Friday, February 18, 2011

Resolver la gran duda


Me pasé los primeros 30 años de mi vida corriendo como perrito faldero para que mi padre me aprobara.

Me quisiera.

Me cuidara.

Alrededor de los 30 comencé una terapia que me revolucionó justo cuando más revolucionada estaba.

Gasté plata y tiempo y energía.

¿Y todo para qué?

Para acomodar y acomodarme.

Para moldear de a poco mi personalidad

y así lograr ser "menos"...

Menos "conflictiva",
menos "cabra chica",
menos "dependiente",
menos "llorona",
menos "sensiblona".

Y todo en pos del padre.
Del amor de mi padre.

Que de grande ya sabía que estaba,
porque los padres quieren a los hijos,
pero que la niña en mí no lograba vislumbrar entre tanta exigencia.

Así que patalié.

Para no hundirme en ese mar de emociones.

Y también hice pataletas.

Para que él me escuchara.


Y le exigí.

Le exigí que estuviera.
Que me hiciera sentir querida.


Y él lo intentó.

Y yo lo intenté.

Y yo no sé él, pero yo...

...me desgarré en el intento...
me agoté tratando de seguir siendo su "niñita".


Y por las puras huevas.

Porque hoy, de golpe, sopetón y alivio...

Descubro que mi mayor temor era real.


-Papá ¿disto mucho de la hija que querías?-

Y se fue por la tangente.
Porque para eso estamos en debacle familiar,
como cada vez que él y yo convivimos por más de 24 horas.

-Papá ¿disto mucho de la hija que querías?-

Y otra vez las acusaciones.

Soy cabrachica.
No me respeto a mi misma porque expongo mi vida en la red.
Lloro cuando me quedo sin argumentos.

-Papá ¿disto mucho de la hija que querías?-

-No se trata de eso-.

Pausa.

-Desgraciadamente, eres la que me tocó-.













0 Comments:

Post a Comment

<< Home