Wednesday, November 15, 2006

¿Pendejadas?


“Puta que te echaba de menos, pendeja de mierda”, y ahí el abrazo se terminó. Yo podría haberme quedado eternamente ahí, escondida en su cuello, refugiada en su olor, sintiéndolo cerca....como quería hace seis noches. Porque así son siempre las cosas. Ciudado con lo que le pides a la vida, porque la vida siempre te lo da, diría Pezzoli. Aunque también se cagaría de la risa y me repetiría el consabido “Lady, eres la niña mimada del universo”. Como sea, ahí estábamos. Después de abrir la puerta pensando que me iba a ahogar al verlo a través del ojo de pez. Después de verlo parado en la entrada con esos ojos que se me habían olvidado un poco, pero que reconocí de inmediato al verlos acompañados de la sonrisa entre seductora y tímida que me ha quitado el sueño un par de veces en la vida. Ahí estábamos, sin saber qué hacer ni qué decir. En un guión que ya hemos protagonizado en varias oportunidades, pero esta vez –como siempre- con un algo más de honestidad y temor que en la ocasión previa. “¿No me vas a putear?”, preguntó. Y cómo responder a eso. Cómo explicar en medio segundo que no, que no quiero putearlo. Porque ya no vale la pena. Porque han pasado más de dos años. Porque quiero creer que me sané de esa pena. Porque con sólo verlo lo quiero otra vez. Porque putearlo sería entrar en una intimidad emocional que no me atrevo a permitirme con él por ahora. Porque ha pasado demasiado tiempo como para gastar un reencuentro en mala leche. Porque quiero que esto no vaya mal. Porque apenas me sale la voz. Porque me siento torpe. Sólo lo abrazo. Sin nada más que ese abrazo de por medio. Porque siento tanto, que no sé qué siento. Y luego transitamos por un sin fin de banalidades. Y a medio café, de rompe y raja, me dice para qué me buscó esta vez, porque cuando él me busca y se aparece después de un tiempo, siempre tiene un proósito. Y lo agradezco. De corazón agradezco lo que me dice. Y seguimos hablando, y yo hago una sola pregunta, o quizás dos, y me responde, y ya. Pero no pregunto lo único que quiero. Porque no quiero saber la respuesta. Porque no sé si estoy preparada para escuchar una respuesta. Así que, nada. Nos subimos al auto y vamos de vuelta a mi casa. Y antes de bajarme, me abraza. Y yo tengo un cúmulo de cosas por decir atascadas en la garganta. Un montón de quereres y cariños que no logro trasuntar. Y el abrazo es eterno. Enternecedor. Reconfortante. Conocido. Calmante. Tibio. Oloroso. Dulce. Un poco triste. Feliz. Divertido. Silente. Doloroso. En un cruzar de sentimientos, me pierdo. Me refugio. Me cobijo. Me regocijo.

Somos el publicista y yo. Otra vez en un auto. Despidiéndonos. Con una expectativa tácita de que esto nunca se va a acabar.

Y entonces dice: “Puta que te echaba de menos, pendeja de mierda”. Y yo me cago de la risa, porque es algo real y tangible. Porque le quita el viso teleserioso al reencuentro.

Pero también porque no soy pendeja. Soy una mujer-mina, que no es lo mismo.

4 Comments:

Anonymous Anonymous said...

UFFFF!!!! Fuerte....entre risas, vino blanco y conversa, vuelve la Tolosa que adoro :) Besos y animo ;)

3:12 PM  
Blogger Abril_de_otoño said...

holsa, como estas?
que rico volver a escribirte,

yop, prefiero lo d eniña mujer
y es bueno conservar la niñez en el corazon, los adultos solo saben sufrir y amargarse,,,,


bendiciones


abril.

1:54 PM  
Blogger peyote said...

las sonrisas de amedias tintas son tan complices de dobles intenciones...
un saludo.

1:27 PM  
Blogger Enzo Antonio said...

El difícil camino del amor, que va y vuelve, va y vuelve......difícil.
Cariños.

10:15 AM  

Post a Comment

<< Home