Monday, April 10, 2006

Confieso Sexo...(Amigas)



Hay algo tremendamente atrayente de las confesiones entre mujeres que están comenzando a asumirse.

-¿Te han tocado la pechuga alguna vez?- Me preguntó a boca de jarro mi amiga, mirándome con esos tremendos ojos azules que transparentaban una curiosidad profundamente inocente...no por ser azules, sino porque siempre tenían algo de esos cachorros necesitados de amo.
Yo me lo pensé bien antes de responder. Tenía dieciséis años, estaba tendida al sol en la cancha de mi colegio de niños bien y el momento debiera haber sido de intimidad, de confesiones de esas que ya comenzaban a darse en los recreos del almuerzo entre nuestras compañeras de curso. Pero, a pesar de ser más experta en las lides de los devaneos sensuales que comienzan a cocinarse a fuego demasiado alto hacia el fin de la pre-adolescencia, yo era más niña que muchas de ellas... Además era tremendamente cobarde. Cobarde de la amistad entre mujeres. No estaba afiatada en mi propia feminidad. Supongo que era eso. Por lo demás no estabamos solas. Estaba la Loreto, la tercera en ese trío de niñas mujeres. Con su gesto de eterna exasperación y bochorno ante ese tipo de interrogantes inocentes. Porque para ella todo parecía estar claro, y en su mundo impoluto, de alumna modelo, con pololo perfecto, de Colorado, Vichuquén y misa de Domingo... simplemente parecía no haber cabida para tonterías como el descubrimiento erótico.

La Colombina ofreció la primera de las salchichas de pavo cocinadas en una parrilla que habíamos instalado y encendido solas. La cerveza corría hacía rato en la terraza superior del edificio, desde la que las cinco mirábamos plácidamente ponerse el sol de mediados de Septiembre. Y mientras comentábamos por enésima vez los pormenores de la noche anterior, alguien hizo un comentario soez sobre la vienesa, al tiempo que yo hacía un gesto obsceno al morderla para inmediatamente después escandalizar a mis amigas, confesando que hacía apenas unas horas había sido perversa y descocada, por eso de haber mirado hacia arriba desde mi asiento al objeto de mis últimas obsesiones, mientras descarada y maliciosamente succionaba apenas y por un segundo la punta de mi índice mientras él intentaba concentrarse en su música.

Creo que fue la Mana la que siguió el hilo y, cuando todas reíamos al tiempo que la increpábamos por lo escabroso del comentario, ella, con ese desparpajo lindo que ni los años ni las penas han logrado quitarle, saltó con su habitual “Ay!, para que andamos con cosas....”, para proseguir entonces con un “igual todas se rieron y saben de lo que estamos hablando”. Y volvimos a reír. Pero se hizo un pequeño silencio, y en eso la Lala abrió el crepúsculo. -Saben que no...yo no sé-.
Puede ser que la media luz me haya jugado una mala pasada. Juraría que se sonrojó en algo al decirlo, pero la Colombina, siempre leal, soltó un “yo tampoco” absolutamente apoyador. La Flaca se rió bajito, sin decir una palabra, siempre fina, siempre recatada. Yo puse cara de suficiencia y esbocé una media sonrisa... Y la Mana...ella simplemente entornó los ojos y espetó algo parecido a “Uf! No saben lo que se pierden”.
Yo pensé en el más reciente personaje en mi vida y asentí de manera absolutamente íntima, mientras con la Flaca cruzaba una mirada cómplice.

Me acobardé por la presencia de la Loreto, por los ojos azules y preguntones de la Carola y porque no estaba aún muy segura de que mis juegos exploratorios con Rodrigo fuesen permisibles o derechamente no polutos...
-¡Ay, Carola!- reaccioné a la defensiva, -¡Obvio que no!-. Y una voz en mi cabeza me decía que era una traidora por no confiar en mis amigas como para contarles lo que me estaba pasando. Pero qué podía hacer en medio de esa vasta extensión de pasto plácida....a medio día y con un chicle de naranja en la boca....¡qué podía hacer si las tres, de bruces en el suelo, con los calcetines abajo, sin zapatos y las corbatas ahogándonos, sentíamos que no teníamos intimidad!
Sentíamos, sólo una sensación...porque no era realmente así, o por lo menos no lo parece desde la perspectiva del ahora. Teníamos complicidad, nos queríamos mucho, de eso estoy segura, pero estabamos tan encabritadas con eso de la adolescencia que, de no haber sido por la Carola, que nos unía como Poxilina contándonos de su hermoso mundo interno, de sus fantasías de hijos con el tipo de turno y sus enormes deseos de empezar ya a vivir, probablemente no habríamos podido comunicarnos.
Éramos entretenidas la Carola, la Loly y yo. No teníamos ni idea, pero estábamos empezando a recorrer caminos mucho antes que el resto de nuestras compañeras de colegio. No sólo en lo sexual, porque las tres ya teníamos noviecitos más grandes y relaciones, para esa edad, medianamente estables, sino en lo vital. Ya nos manejábamos bien. Las tres intuyendo que lo que ha de ser ha de ser, pero no necesariamente ha de saberse. ¡Lástima que no hayamos sido capaces de decirnos cuánto nos queríamos! Lástima que, por miedo a dejar de ser a los ojos de las otras dos la niña modelo que cada una era, no hayamos confiado más como para compartir nuestras inseguridades y cuestionamientos femeninos…

Se hizo un silencio algo extraño y me atreví con el tema...
-La verdad, a mí me gusta el cuento-, me sinceré por primera vez, sin tratar de ser docta y con un algo de nerviosismo. -...pero no siempre, y no por una cosa de recato, sino más de olfato-.
-¿Cómo de olfato?- me preguntó la Colombina. –Claro-, dije yo, -en el fondo tiene que ver con una cuestión como de higiene...y uno va captando cómo se viene la mano-.
-¿¡Pero cómo es eso?!-, preguntó la Lala, haciendo como que el tema no le incomodaba, -porque yo, gorda, no puedo-.
-No sé poh, Lala....o sea, en el fondo, yo voy como bajando de a poquito y más o menos aquí (y apunté a la altura de tres dedos sobre mi ombligo) capto si por olfato puedo seguir bajando-.
...A la Flaca el tema le incomodó...
-También está el tema de la actitud del tipo-, agregué.
-¡Eso!-, acotó la Colombina.
–Claro- me lancé, ya sin una gota de recato... -porque si él está en actitud de “Ven pa’cá y hazme lo que sabís, sucia”, se va a la mierda....yo creo que tiene que ver con que se de el momento, la pareja fluya, se comunique... y claro, con una cosa como genética de uno...o sea, yo evidentemente tengo fijaciones orales...fumo como chimenea, como mucho, hablo sin parar...es a todas luces obvio que el asunto oral se me da de perillas, es más, me gusta-. Y con algo tan simple, me desnudé, nos desnudamos...una a una comenzamos a hablar...y los pitillos se apilaban en los ceniceros y en la parrilla...

-Y a ti, Loly?- arremetió la Carola, mientras yo sentía un tremendo suspiro interno por haberme salvado del interrogatorio. La Loly hizo uno de sus típicos mohines y luego dijo algo así como “por favor Carola, ubicate, no soy una puta!” Y yo pensé que con eso el tema quedaba zanjado.
-Pero...ustedes encuentran que es malo dejar que a una le toquen una pechuga?- La Carola no cejaba, y el tema se venía entretenido. Sentí que a lo mejor por primera vez íbamos a compartir algo de peso para la amistad… que por fin iba a saber de fuente fidedigna si lo que me pasaba con Rodrigo era o no normal...Eso más allá de que, de los dientes para afuera, aparentase un cosmopolitanismo que jamás fue tal.
¡Porque eran mis amigas! A las que quería y respetaba...en las que me reflejaba...Y si a ellas les sucedía algo parecido, si ellas también dejaban que sus noviecitos intentaran toqueteos para luego expiar sus culpas en la misa dominical mientras se golpeaban el pecho (porque de contarle al Padre...¡Ni hablar!), entonces...entonces iba a dejar de sentirme poco acompañada en esto que me revolucionaba completamente, pero al mismo tiempo me confundía y me hacía sentir una enorme soledad por aquello de intuir que Rodrigo, con lo dulce que era en ese entonces conmigo, jamás podría comprender lo fuerte que me era el estar descubriéndome sexualmente.
-Porque a mí, Javier, el otro día, cuando estábamos solos en su pieza, me empezó a tocar la pechuga....y a mi me pasó algo raro, no es que sea tonta, pero cómo te explico...¡me vino una fiebre atroz!-
-¡Por Dios, Carolina!- se apresuró en atajar la Loly. Y yo pensé “aquí cagamos”, porque cuando la Loly nos llamaba por el nombre completo, era de caja que se había posesionado del papel de madre castradora y que, cualquiera fuese el tema, éste simplemente se cortaba ahí y en ese minuto.
-Eso no es fiebre, es calentura, y nosotras somos decentes, calientes son las putas!-. Siempre me intrigó la obsesión que la Loly tenía por la palabra “puta”. La tiraba a diestra y siniestra, la apuntaba y adhería a todas las mujeres que no eran nosotras tres en el colegio, la administraba como castigo de cotilleo de recreo y la escupía con desprecio si alguna vez se tocaba el tema de la tipa de cuarto medio que le había quitado a Max por unas semanas el año anterior cuando él se había ido de viaje de estudios. Lo más sorprendente era que parecía tener una especie de minuto de vitalidad palpable cuando lograba decirla, siempre inhalando...como suspirando... “puuuuhhhhta”, y no sé a la Carola, pero a mí me sobrevenían siempre unos pálpitos estrepitosos y horrorizados cuando se atrevía a vocalizar tan lapidario adjetivo...

La Mana se explayó un buen rato y ahí todas supimos que su tercer novio había sido el primero con el que había tenido sexo oral y yo me quedé con la tremenda duda de si había pasado algo o no con su última aventura, mientras de paso me sorprendía de saber que mi gran amiga me es de verdad un mundo desconocido aún a pesar de los veintiocho años que llevamos compartiendo nuestras vidas. Gran descubrimiento este de saber que no tiene trancas con el sexo y que lo que sucede es que simplemente es más recatada que yo cuando se trata el tema.
-Y tú, Colombina-, apunté directa.
La Colombina suspiró y algo en su mirada me enterneció sobremanera cuando respondió sin salirse ni medio centímetro del centro de su elegancia. -Yo no puedo-, dijo ...-y no es por pacata, te juro, de verdad he tratado, pero simplemente no puedo-.
-¿Pero cómo no puedes, es por asco?-
-No-, y su cara se puso triste
-¿Por una cosa de ser decente?- creo que pregunté, medio nerviosa de haberme expuesto demasiado.
-No, no, no, no, nooooooo...es que, te juro, traté, he tratado, y quiero, y tengo ganas, y hago el caminito que dices tú, voy bajando de a poquito, de a poquiiiiiito y me concentro y todo, pero más o menos a la misma altura que dices tú, empiezo a subir nuevamente, pero no es por olfato, no sé que es, pero, de verdad, no puedo...-
-Sabís que, negra- interrumpió la Lala, - a mí me pasa lo mismo, quiero, pero no puedo-. Y ya la luz se había ido hacía un rato. Apenas pude vislumbrar las dos caras compungidas, y me invadió el alma una tremenda conmoción por mis dos amigas, porque sentí que ya no se trataba de aparentar virtud, sino de intuir ellas, al primera vez comentar el tema de manera abierta, que hay algo que se pierden en la interacción de pareja.
Quise devolverles la mano. Quise decirles que siento que la sexualidad está llena de preguntas sin respuesta, quise decirles que todo evoluciona en ese plano, quise decirles que a pesar de los muchos colchones que les llevo de ventaja en este devenir, aún me siento muchas veces en pañales. Quise agradecerles su confianza en ese nosotras que en este año hemos descubierto y seguimos forjando. Quise alivianar sus caritas exponiéndome tan honestamente como ellas...

-¡No, Loly, de verdad, te juro que era fiebre, si hasta después me tomé la temperatura con un termómetro de la mamá de Javier, tenía como 38 de fiebre!, y la Carola abrió sus ojos desmesuradamente y como siempre que quería que le respetasen por verdaderos sus puntos, yo las quise más. Porque ponía tanta vehemencia, tanta transparencia, tanta falta de maldad en su mirada, que era simplemente imposible no creer que después que Javier le había tocado la pechuga le habían sobrevenido tersianas.
Entonces hizo una “O” con su boca y se mordió las uñas de su mano derecha, entornó los ojos y exhaló esa especie de gruñido que coronaba el gesto deliciosamente histriónico con que siempre anunciaba que nos iba a hablar de sus pecados, fuesen carnales, consumistas o alimenticios. Al gesto le siguió una cara de desesperación maliciosa y entonces dejo correr su manera sencilla de ser...
-Se mueren, fue horrible-, y se reía nerviosa, -no, horrible no- y reía otra vez –bueno sí, horrible, me asusté ene, Javier me empezó a hacer cariñitos y de repente me empezó a abrir la blusa...-
¡Tate!, pensé yo, la Carola también anda en las mismas, que no se haga, porque si le abrió la blusa ya antes había metido mano sin mirar, ¡yo sabía que no era la única, lo sabía. Miré de soslayo a la Loly para asegurarme que no había leído mis pensamientos y noté que el sol le estaba poniendo demasiado color a su cara. Dale, Carola, habla, habla de una vez, le gritaba yo en silencio. No dejes que la Loly te apabulle, dilo, dilo.
Y la O nuevamente, y las uñas y los ojos entornados, eso lo sabía por el sonido gutural que hizo, porque a esas alturas ya las tres, aún boca abajo, mirábamos a un centímetro de distancia las vicisitudes de la colonia de hormigas que transitaba por la selva de pasto de la cancha.
-Bueno, la cosa es que, me bajó el sostén y me dio besitos en toda la pechuga!- Ahí quedé sorda, porque a la Carola ya no le bastaba su gesto habitual, simplemente entró en una especie de coma neurótico y se reía sin parar, como aullando en mi oído.
-¡Ya córtala, Carola! Deja de reírte como histérica- dijo la Loly, y yo la miré de reojo pensando ¡Aha! Así que no quiere que el tema pare, la Loly también quiere saber....hmmm...
-Ya, ya, ya, lo que pasa es que... Ay! Señor, señoooooooooorrrrrrrrr...- y la fresca nos dejó con el credo en la boca. Se fue corriendo a la reja a llamar al vendedor de dulces del colegio de enfrente, pidiéndole a voces tres Dos en Uno de cada sabor, más uno extra de uva, que le gustaba mucho. –Yo invito-, nos gritó, sonriendo desde lejos, mientras la Loly y yo, mirándonos a la cara, sopesábamos, supongo...quizás sólo era yo... el hecho de que nuestra amiga estaba aceptando de manera libre y feliz el estar entrando en el camino del sexo, y si eso significaba que nosotras también debíamos hacer público lo que con nuestros pololos estábamos explorando...

-Con lo que si yo tengo problemas es con el cuento al revés-, dije. -¿Cómo al revés?- me miró la Mana.
–Si, al revés, o sea, que el tipo sea el que da el sexo oral-.
–Aaaaaaah, estás loca-, se rió la Colombina, mientras la Flaca me miraba y, por primera vez durante la conversación, sacaba la voz para simplemente gritar –looooooooooocaaaaa-.
- ¿Te falla?-, me preguntó medio burlona la Mana. -¡Qué te está pasando! ¿Te pegaste en la cabeza? – subió el tono la Lala.
Las cuatro. Al unísono. Me sentí extraña. Rara. Distinta.
-Bueno, no sé, es que encuentro que hay que tener estómago...-. No alcancé a decir más cuando la Colombina se me vino encima – ¡pero si es rico, tonta!-
Creo que la Flaca completó la idea con un –es lo mejooooor del sexo-.
–Si, Mane, qué onda?-, me preguntó la Mana.
-O sea, si, no me mal entiendan, me gusta una vez que la cosa se da, pero me complica el tema, es como que pienso que hay mal olor por allá abajo, o quizás sea que cacho que (y en la silla imité vagamente la idea con un amante que hace rato tiene cara)...No sé... la guata, los muslos....como que me complica cómo me veo desde esa perspectiva –. Y me fui apagando de a poco, mientras mis amigas se dedicaron unas a decirme que no fuera pelotuda, que eso era de lo mejor, mientras otras simplemente se perdieron en sus propias memorias antes de concordar con que ni pensara en complicarme, porque el olor daba lo mismo y por último el tipo no necesariamente tenía que estar mirando hacia arriba en el momento.
-Quizás el tema es de ahora- dije a media voz, mientras llenaba mi vaso de cerveza...-porque la verdad con mi primera pareja, de la que siempre voy a estar agradecida por haberme metido de manera tan libre y fluida en la parte sexual, tenía cero problema-
Y ahí el tema se desvió...y aprendí nuevas cosas de cada una. Supe que una de ellas había tenido un comienzo con un tipo mayor y que estaba nerviosa a morir en el minuto. Me enteré de que otra simplemente evaluaba como su primera vez a su pareja sexual más reciente, que de paso era el segundo y que entre medio habían mediado como seis años, porque con el que primero se había acostado la situación no había ido bien por un sencillo y honesto asunto de falta de amor. Me dolió saber que a la tercera el imbécil que eligió le había hecho la ordinariez de haberla desvirgado mientras estaba absolutamente drogado y a punto de irse en pálida. Me sobrecogió saber que la última no lo había disfrutado en sí, porque el dolor había superado cualquier otra sensación. Supe que todas habían quedado doloridas el día siguiente.
Ellas supieron que yo había sido muy niña... tanto como para haber buscado la prueba de mi virtud en las sábanas culposas, sin haber sopesado seriamente en lo que me estaba adentrando.

-¿Qué opinas?, la pregunta a la Loly fue abierta, ladina, descomprometida.
La Loly bufó su desprecio y dijo -¡Qué voy a pensar, pues! Que este...¡tipo! cualquier día la convierte en p...-, pero no se atrevió a terminar la frase, porque me envalentoné y la miré a los ojos .
-¿Max te toca la pechuga, Loly? Ustedes están pololeando desde séptimo... ¿en todos estos años no te ha tocado la pechuga?-
Bufó nuevamente y cerró la boca, pero no estaba ofendida ni irritada, sólo confundida ante lo directo de la pregunta.
La Carola aterrizó nuevamente en el piso y tiró los chicles al medio del triángulo que nuestras cabezas formaban. –Bueno-, retomó, y deliberadamente hizo un silencio mientras le sacaba minuciosamente el envoltorio al chicle de uva.
– La cosa es que fue horrible, espantoso, terrorífico. Me empezó a dar ene besitos en la pechuga y de repente como que me mareé y como que me empecé a ahogar y era rico, pero me empecé a poner rara, como que quería que se apurara para que me diera todos los besitos del mundo, pero que no se terminaran nunca los besitos, y entonces como que me puse histérica y ya no quería, pero si mi chanchi paraba, yo quería y yo estaba preocupada que Javi se iba a enojar porque yo quiero-no-quiero-quiero-no-quiero....pero es que les juro...como les explico, no puedo explicarles lo que se siente que te den besitos en las pechugas-
-¿¡En las dos!?-, bramó la Loly, exasperada.
–¡Ay! Bueno, Loly, es un decir, una, dos, qué tanto…- y los ojos a la Carola le estaban brillando divertidos, mientras iban desde los míos a los de la Loly...-La cosa es que, parece que me desmayé-.
-¡¿Qué?! ¡Ah no! Ya esto es mucho, Carola, nadie se desmaya porque le den besos en las pechugas o en la guata- la Loly se estaba enojando.
-¿Y quién habló de guata?- la miré yo de reojo. – ¿Y tú como sabes?-, le preguntó la Carola.
-Ese no es el punto, ¿te desmayaste o no te desmayaste?- arremetió la Loly. –Bueno, desmayo, desmayo, lo que se llama desmayo, no, pero si fue como que vino la fiebre, vino el mareo y después me puse nerviosa, tenía ganas como de gritarle al Javi que parara y no parara y después se me quitaron todas las fuerzas y lo único que quería es que el Javi se dejara de hueviar con mis pechugas porque yo quería abrazarlo porque tenía un poquito de pena o algo parecido...-
Se hizo un silencio...Yo empecé a morderme el labio para no romper a reir de lisa y llana felicidad. Miré a la Loly por encima de mis anteojos y noté que sus ojos estaban alegres tras su adusto gesto de reprobación. En eso tocó la campana y comenzamos a sacudirnos el pasto del uniforme y a dividir el tesoro de chicles de fruta mientras caminábamos hacia las salas de clase, medio laxas por el sol de septiembre.

...Se hizo un silencio...y derivamos en temas más escabrosos, o al menos en caminos menos transitados, y por un momento aquella de nosotras con, aparentemente, menos experiencia sorprendió a las demás cuando por un minuto aceptó una más de sus preferencias....Y ahí nos escandalizamos las cuatro restantes. Y ella terminó reconociendo que no había entendido el tema y que eso si que no, que por ningún motivo, y todas estuvimos supuestamente de acuerdo en que hay límites....En eso sonó la alarma de una de nosotras y comenzamos a recoger los platos y vasos para bajarlos al departamento, mientras nos dividíamos los cigarros caminando por las escaleras...

Algo quedó no dicho en el ambiente...y es que ya las siete estabamos cansadas del tremendo esfuerzo que significa entre mujeres el generar confianzas, el abrir las almas, el preguntar si uno es distinta o extraña o única. A mí me violenta, pero me genera contención, porque sé que cuando hablo de estos y otros temas con ellas, y siempre y cuando lo haga de manera honesta, descubro otra forma de decir te quiero...y eso es lo que vale... porque la Carola se murió sin saber que a mí me pasaba lo mismo...