Tuesday, November 28, 2006

Atar cabos no es lo mío


Cabo sueltos que no até el fin de semana:

1.- Dejar atras la ansiedad es lo que ansío...

2.- Pagar un año de gimnasio y no ir, es un rip-off to myself

3.- Tener que ver a Toro & Co. en dos semanas me pone mal...

4.- Debo decirle a Danierito cuánto la quiero. El susto de este fin de semana me recordó a Milo (or should I say the loss of him...?)

5.- Surehands, publicista, oso...pasado pasado pasado...¿Entonces por qué sigo pensnado en cada uno de tanto en tanto?

6.- No me va a alcanzar el dineral para volver a Rapa Nui en marzo. A menos que vuelva a hacer clases...¿Será tanto el entusiasmo por delfín boy? We'll see...

7.- Es oficial, the new kids in town son ChalingasyNaringas, como dice él. Me encantan. Los quiero.

7.-Mainstream mediocrity can turn even the truest bands bad. I'm a total snob. Y????!

Wednesday, November 15, 2006

¿Pendejadas?


“Puta que te echaba de menos, pendeja de mierda”, y ahí el abrazo se terminó. Yo podría haberme quedado eternamente ahí, escondida en su cuello, refugiada en su olor, sintiéndolo cerca....como quería hace seis noches. Porque así son siempre las cosas. Ciudado con lo que le pides a la vida, porque la vida siempre te lo da, diría Pezzoli. Aunque también se cagaría de la risa y me repetiría el consabido “Lady, eres la niña mimada del universo”. Como sea, ahí estábamos. Después de abrir la puerta pensando que me iba a ahogar al verlo a través del ojo de pez. Después de verlo parado en la entrada con esos ojos que se me habían olvidado un poco, pero que reconocí de inmediato al verlos acompañados de la sonrisa entre seductora y tímida que me ha quitado el sueño un par de veces en la vida. Ahí estábamos, sin saber qué hacer ni qué decir. En un guión que ya hemos protagonizado en varias oportunidades, pero esta vez –como siempre- con un algo más de honestidad y temor que en la ocasión previa. “¿No me vas a putear?”, preguntó. Y cómo responder a eso. Cómo explicar en medio segundo que no, que no quiero putearlo. Porque ya no vale la pena. Porque han pasado más de dos años. Porque quiero creer que me sané de esa pena. Porque con sólo verlo lo quiero otra vez. Porque putearlo sería entrar en una intimidad emocional que no me atrevo a permitirme con él por ahora. Porque ha pasado demasiado tiempo como para gastar un reencuentro en mala leche. Porque quiero que esto no vaya mal. Porque apenas me sale la voz. Porque me siento torpe. Sólo lo abrazo. Sin nada más que ese abrazo de por medio. Porque siento tanto, que no sé qué siento. Y luego transitamos por un sin fin de banalidades. Y a medio café, de rompe y raja, me dice para qué me buscó esta vez, porque cuando él me busca y se aparece después de un tiempo, siempre tiene un proósito. Y lo agradezco. De corazón agradezco lo que me dice. Y seguimos hablando, y yo hago una sola pregunta, o quizás dos, y me responde, y ya. Pero no pregunto lo único que quiero. Porque no quiero saber la respuesta. Porque no sé si estoy preparada para escuchar una respuesta. Así que, nada. Nos subimos al auto y vamos de vuelta a mi casa. Y antes de bajarme, me abraza. Y yo tengo un cúmulo de cosas por decir atascadas en la garganta. Un montón de quereres y cariños que no logro trasuntar. Y el abrazo es eterno. Enternecedor. Reconfortante. Conocido. Calmante. Tibio. Oloroso. Dulce. Un poco triste. Feliz. Divertido. Silente. Doloroso. En un cruzar de sentimientos, me pierdo. Me refugio. Me cobijo. Me regocijo.

Somos el publicista y yo. Otra vez en un auto. Despidiéndonos. Con una expectativa tácita de que esto nunca se va a acabar.

Y entonces dice: “Puta que te echaba de menos, pendeja de mierda”. Y yo me cago de la risa, porque es algo real y tangible. Porque le quita el viso teleserioso al reencuentro.

Pero también porque no soy pendeja. Soy una mujer-mina, que no es lo mismo.

Friday, November 10, 2006

Si me pagaran por incongruente...


Rodeo la plaza en auto y veo una luz curiosamente azulosa. El trailer de un Catering no me deja avanzar. Suspiro. Vengo cansada de compras-para-mejoras-del-hogar y que me tiren de cabeza a Sobresalto St. con Memory Ln. me genera un exabrupto de latidos operéticos.

Como siempre que de improviso vislumbro un par de cámaras, me muerdo el labio y no puedo sino mirar de reojo. ¿Y si esta vez es Don Publicista y su crew?

Respiro hondo, no señalizo, y me abro para adelantar rápido. Doy una vuelta estúpida para entrar por otra calle. Descargo mi nuevo librero. Los 41,7 kgs. me anuncian dolor de espalda para mañana, pero estoy con la adrenalina tan al tope –como cada vez que me imagino que me lo puedo encontrar nuevamente- que no me importa. Como Benny Hill descargo y subo al 10.

Entro. Dejo mi caja como puedo en el suelo del escritorio, cierro con dos vueltas de llave y una de chapa de seguridad la puerta de mi casa. Luego me apoyo sobre ella, de espaldas, cual protagonista-de-teleserie-en-un-intento-sufrido-por-protegerse.

De pronto me cae la teja. Qué estupidez. Opto por la cocina. Abro el refrigerador antes de lavarme las manos y me toma un segundo decidir entre una lata light y una botella de Kunstmann. Gana el control.

Lata en mano salgo a la terraza y observo el ir y venir de actores, productores y demases. No veo al director, por la cresta.

Quiero llamarlo. Tengo unas ganas locas de llamarlo. Llevo días así. Decido concentrarme en mi proyecto. Subo la música. Pero no sirve. Me gustaría fumarme un cigarro, pero ya son como 10 meses sin fumar y me ha costado un kilo, así que no. Además, no tengo.

Quiero llamarlo. Tengo ganas de verlo. De escucharlo. De….¡mierda! ¡¡¡¿Cómo de dejarme dar un beso??!!! ¡Que siútica!

Pero es que así era.
El publicista me daba besos.
Y yo... los recibía...
Los recibía a full.
Como una niña.
Como una mujer.
Desprotegida. Entregada. Rendida. Complaciente. Sonriente. Intensa. Temblando.
Ávida.
Aguada.

Y anoche…anoche quería verlo. Sentarme con él en mi sofá de siempre. Dejarme envolver en sus abrazos contenidos y sus silencios. Estar con él.

Pero después me acordé de otras cosas...así que...me duché, dejé el celular bajo siete llaves, me reté por incongruente, me comí un trozo de chocolate y me fui a la cama.

Y me pasé la noche en blanco pensando en pelotudos y sus boludeces.
*sigh*