Friday, June 15, 2007

Bobalicona


Porque eres mi princesa, dijo.
Y yo sonreí bobalicona, con los ojos perdidos en la pantalla, sosteniendo el teléfono entre la oreja y el hombro, mientras intentaba seguir adelante con una nota sobre las ganancias de Telmex.
Como si él no se hubiese desaparecido una semana.
Como si no me hubiese sugerido descaradamente que nos viéramos esa misma noche.
Como si él no tuviera alguien ya a quien decirle esas palabras.
Como si no tuviera 35 y lleváramos caminando juntos –on y off- como 6 años, lo suficiente como para saber qué quiere cada vez que abre la boca y antes siquiera de que pueda hablar.

Nada de eso me importó.


Porque en esta nueva vuelta, que por lo demás yo generé, estamos más libres. Diciéndonos sandeces melosas a rajatabla y a corazón abierto.
Como si nuestro último intento de separación nos hubiese bañado de lirismos baratos y limpiado de los eternos miedos a entregar o pedir demasiado.
Así que nada, él dijo Porque eres mi princesa, y antes de volver a ser la yo dura y fría, sólo contesté:

-chi-