Tuesday, May 20, 2008

Encore por Saudade

El tema es que me fui de vacaciones.
De todo, incluso de mi persona.
Dejé atrás la Bolsa de Nueva York, a mis alumnos y a mis clientes.
Tambiéna mi exceso de peso.
Físico y emocional.

No logré dejar del todo atrás a Surehands, porque Surehands es Surehands, pero como una bendición logré subirme al avión sin el Jose y esa historia densa y fea como derrame de petróleo en el medio del Pacífico Sur.
Y decidí, pasando policía internacional, que de una iba a quemar los desechos.
A la cresta con él y su eterno egoísmo,

a la cresta el mal sexo
y las horas de espera odiando al teléfono como si tuviera la culpa de la falta de tiempo dedicado.
A la mierda con mi pasado de niña Grange dispuesta a comerme el mal rato porque es un tipo “presentable”.

Y me subí al avión, con la Negra de la mano, dispuestas a pasarlo bien como hermanas, en un viaje que pensábamos sería intimista y de reconexión.

Y no lo fue tanto.
Un poco por las diferencias que ya son notorias entre ella y yo,

un poco por su timidez,
un poco por mi extroversión...

Pero sobretodo por mi egoismo.

De ego, de yo, sin afanes de autoculpa.

Y es que por un rato en harto tiempo, me permití hacer lo que me dio la gana.

Así que bailé forró una noche con el menhino mais deseable del luau playero de Morro.
Y claro, aparentemente, el menos recomendable.
Pero como era sólo un baile, estaba a miles de kilómetros de la realidad, el aire olía a mar y a sol, y él estaba simplemente rico con “r” de ronrroneo...pensé que un forró no me iba a hacer mal.

Y dejé que me agarrara por la cintura, protestando justo lo necesario como para parecer una turista más, y luego simplemente...
me dejé llevar.

Tema no menor.
Porque si hay algo que no logro hacer con gracia es dejarme llevar.
Siempre tengo que dirigir.

Y como para jugar a los recuerdos...tenía un pitillo colgando de los labios que me recordó un poco a mi músico preferido...pero no alcancé a registrar la imagen en demasía, porque justo cuando estaba haciendo la analogía en mi cabeza...algo masculló sobre cómo se baila el forró realmente y de una manera que hace rato no sentía...una mano se plantó enorme y firme en mi espalda...justo en la base de mi cuello...presionó...y caí sin ni una gota de pudor en su aroma.

Un aroma como de sexo
Como de hombre
Como de llegada a casa.

Así que para hacerle honor a mi persona, dije dos frases mal coordinadas y simplemente salí corriendo. Con mi hermana y dos argentinas nos fuimos a Morro de Peixe, a mirar el show sababa y beber una última cerveza.

Y no dije nada.

Tampoco lo hice a la mañana siguiente, cuando desde mi tumbona en segunda lo vi pasar trotando junto a su perra hacia tercera. Ni cuando a la hora pasó de vuelta, obviamente desde cuarta.

Pero noté que me vio, por la sonrisa medio de lado y la forma en que estiró, como un gato, su cuerpo perfecto...justo a 4 metros de mis ray-ban-de-segunda-todos-espejados...

Y porque hizo lo que, obvio, hace todo buen brasileño de la costa.
Armó una pichanga arenera a 3 metros de mis sombrilla,

metió 3 goles de pavo real
y nunca-nunca-nunca, siquiera me miró.

Y como soy doida, una cosa como de highschool-Maca me agarró el ánimo y el ego.
Y sin pensar en lo que me metía, jugué el juego.
En menos de dos horas, ya estaba sentado a mi lado, contandome de su hija, de su trabajo, de Brasil y su perra, mientras ella, celosa, me ignoraba digna y seria, como diciendo “aquí la reina soy yo”.

Y no sé qué pasó.
No tengo idea.
Era un juego.
Una cosa de verano.
Un probarme estar vigente...qué se yo.

No era cantar juntos a Cassia Eller caminando por la arena, a capella, mirando la luna.
No era caminar por la playa vendiendo entradas para una fiesta, hablando con los turistas como si yo fuera local.
No era comer corazón de gallina a las 4 am, con la boca llena de farofa y una coca compartida.
Jamás fue la idea salir a esnorquelear juntos y esperar que él me trajera corales y conchitas.
No era tomarse de las manos en la mitad del Atlántico para sumergirse en una cueva y salir nadando asustados por un pez más feo que un ogro, pegarse en el proceso en las cabezas y salir a la superficie riendo a carcajadas nerviosas.
Jamás fue apostar un carrera a nado partido hasta la lancha.
El plan no incluía que él se gastara sus pocas lucas en invitarme una cerveza y un crepe.
Y no estaba en mis libros que él fuera a captar que un batón blanco es rico a media caminata monte arriba.
Menos que me empezara a gustar que no me dejara llevar mi mochila,
O que Pretinha, su mezcla de pitbull con la-life, se tendiera a mis pies en la playa, cuando él se iba a trabajar.
No contaba con la discusión en Cuarta, ni la pasión con que lo mandé a la cresta, menos la forma que eso se solucionó.

Y por sobre todo...

no estaba en mi programa de verano a medio abril...
el puchero enorme que se asentó en mi ánimo cuando tuve que por fin cruzar policía internacional de vuelta...

Así que aquí estoy.
Gastando una millonada en llamadas,
botando tiempo en la espera.
..
contando las horas que me quedan para subirme el viernes al avión.

Y no tengo nada claro.
Sólo sé que, por ahora, quiero un bis.